martes, 21 de agosto de 2007

Ya me estoy acostumbrando a estar sin ti, ya no me despierto cada mañana pensando que estarás haciendo, no pienso si desayunaste bien, o si te costo mucho tomar micro para salir de tu casa, ya no pienso los viernes o sábados en la noche con quien estarás, que estarás haciendo, si estas segura, si te tratan con el cariño y el respeto que siempre nacía de mi para ti, ya no pienso si compartes la cama, no pienso si alguien disfruta de tus placeres de mujer, si alguna mano aprieta esos pechos inmensos, o si cabalgas a alguien, ya no se me hace el nudo en la garganta, ya no me duele el pecho pensar esas cosas, para que seguir dándole vueltas al asunto, si era claro que solo a mi me importaba la situación, tu seguiste con tu vida normal, sin darle importancia a las palabras que junte en un trozo de papel, no te importo que el destino, la vida o dios nos hizo coincidir en el mismo planeta, en el mismo siglo, en el mismo año, que nuestra veredas se juntaran en una esquina, que te hiciera parte de lo mió y que me hicieras parte de las tuyas, pero de nada valió, cada uno siguió su camino, cada uno quiso ser independiente del otro, espero y confió que con el paso de los años, cuando la vida ya te de el don de la sabiduría y empieces a mirar el camino andado, no añores los años y los momentos en los que coincidimos, estoy claro que cuando yo haga lo mismo recordare esos momentos y estaré tranquilo, no deje nada por decir, no deje beso que dar ni caricia que entregar.

Ya no me duele, pero tengo miedo, miedo a mirar nuevamente tu cara, tu cuerpo, a cruzar una frase o una palabra suelta en el viento, las heridas viejas suelen doler nuevamente, esas heridas que todavía no cicatrizan bien.