lunes, 10 de septiembre de 2007

Creo que sigo amando a tu recuerdo, netamente por que cuando te tengo cerca no te soporto, cada mañana me gusta recordar tu silueta caminando desnuda por el cuarto, mirar ese trasero firme seguir tu cuerpo intentando cerrar la cortina del ventanal, para que ningún rayo de sol insolente entre a nuestra cama sin permiso, me gusta recordar tu espalda desnuda rindiéndose sin condiciones a mis dedos precisos y exactos, a las yemas de los dedos aceitados recorriendo tus formas, tus pliegues.

Tus pezones erguidos como respuesta a los embates de mi lengua recorriendo los montes erguidos, a mis manos recorriendo aquel soto húmedo coronado por aquel talego cubierto que solo se muestra a los artesanos hábiles de las manos diestras, de las manos que con los años de experiencia saben como trabajar el material, saben donde tocar y como tocar.

Es extraño saber que solo en mis recuerdos eres la mujer deseable, la mujer que enciende mis entrañas, que mueve mi voluntad hacia ella, y hace que me esfuerce en mi afán de perfección en las artes del amor, en mis recuerdos no tienes defectos, solo virtudes y bondades, en mis recuerdos no tienes ese sonsonete desquiciante ni ese olor putrefacto marca que de tus amantes han logrado plasmar en cada poro de tu cuerpo, pero debo reconocer que la mujer que mora en mis sueños nació de ti, o eras tu en cierto tiempo pasado, por lo que te debo algo de respeto y consideración, pero no me pidas que sea como fui, mis cariños y caricias solo están reservados para la mujer en mis sueños, esa mujer que comparte tu nombre, tu pelo y tus ojos, pero que en nada se parece a ti.

lunes, 3 de septiembre de 2007

Apoyas tu cabeza en mi hombro, como descansando de los males del mundo, tomas mis manos y las acaricias, como para compensar dolores pasados, no quieres que hablemos, solo que miremos el horizonte juntos, mirando la caída vertical de la gaviotas en busca de su presa, el respirar de los árboles en nuestra espalda, el baile continuo de las ramas tocándose unas con otras y el ruido que hacen las olas chocando con las rocas. Aparecen las primeras estrellas, empieza a hacer frió, pero no quieres entrar a la cabaña, es tu ultimo fin de semana como soltera, se acerca a pasos agigantados el día en que tengas que firmar en un libro la pertenencia de tu vida a otra persona, estas cansada y aburrida de probarte el vestido, de coordinar lo de las invitaciones, la iglesia, el civil y la comida, pero por que quisiste pasar el ultimo fin de semana de señorita conmigo?, no entendí muy bien la llamada, la insistencia, el casi rogar para que te acompañara, el beso en la mejilla al momento de encontrarnos, me miraste todo el viaje, besaste mis manos a cada rato, te apoyaste en mi y cada cierto rato escapaban suspiros cortos, todavía te ríes con eso de los chinos, eso de que por cada suspiro muere un chino, siempre digo lo mismo y todavía te ríes.

Pediste comida china y Ron blanco, la mezcla no es muy correcta pero da lo mismo, este es tu último fin de semana de soltera, así que puedes hacer lo que quieras, quisiste que durmiéramos juntos, habían muchas camas pero insististe que fuera juntos, sin saber como, estábamos metidos entre besos apasionados, caricias llenas de deseo, sin darnos cuenta hacíamos el amor como la primera vez, claro que el miedo que sentí esa vez fue reemplazado por el conflicto de estar haciendo algo poco apropiado para amigos, sobre todo para una mujer que pronto será señora, que firmara un contrato solemne con otro ser, disfruto el momento a concho, pero no entiendo, lloras y me pides perdón, dices que no comprendes, que no sabes por que hiciste lo que hiciste, no habían palabras para consolarte, palabras que terminaran con el sentimiento de culpa que te invadía, “Debe haber sido el Ron”, fue lo que atine a decir, pero no sabia que habías planeado todo durante la semana, y que era lo que esperabas que pasara.

El día siguiente amaneció nublado, casi el punto de llover, seguías triste, el sentimiento de culpa estaba allí, incluso en las ocasiones en que repetimos el rito de placer culpable, ahora me abrazas como queriendo esconder tu cuerpo del mundo, sales conmigo de la mano, me abrazas y me besas sin motivo, esta atardeciendo y estamos sentados, apoyas tu cabeza en mi hombro, como descansando de los males del mundo, tomas mis manos y las acaricias, como para compensar dolores pasados, no quieres que hablemos, solo que miremos el horizonte juntos, mirando la caída vertical de la gaviotas en busca de su presa, el respirar de los árboles en nuestra espalda, el baile continuo de las ramas tocándose unas con otras y el ruido que hacen las olas chocando con las rocas.

martes, 21 de agosto de 2007

Ya me estoy acostumbrando a estar sin ti, ya no me despierto cada mañana pensando que estarás haciendo, no pienso si desayunaste bien, o si te costo mucho tomar micro para salir de tu casa, ya no pienso los viernes o sábados en la noche con quien estarás, que estarás haciendo, si estas segura, si te tratan con el cariño y el respeto que siempre nacía de mi para ti, ya no pienso si compartes la cama, no pienso si alguien disfruta de tus placeres de mujer, si alguna mano aprieta esos pechos inmensos, o si cabalgas a alguien, ya no se me hace el nudo en la garganta, ya no me duele el pecho pensar esas cosas, para que seguir dándole vueltas al asunto, si era claro que solo a mi me importaba la situación, tu seguiste con tu vida normal, sin darle importancia a las palabras que junte en un trozo de papel, no te importo que el destino, la vida o dios nos hizo coincidir en el mismo planeta, en el mismo siglo, en el mismo año, que nuestra veredas se juntaran en una esquina, que te hiciera parte de lo mió y que me hicieras parte de las tuyas, pero de nada valió, cada uno siguió su camino, cada uno quiso ser independiente del otro, espero y confió que con el paso de los años, cuando la vida ya te de el don de la sabiduría y empieces a mirar el camino andado, no añores los años y los momentos en los que coincidimos, estoy claro que cuando yo haga lo mismo recordare esos momentos y estaré tranquilo, no deje nada por decir, no deje beso que dar ni caricia que entregar.

Ya no me duele, pero tengo miedo, miedo a mirar nuevamente tu cara, tu cuerpo, a cruzar una frase o una palabra suelta en el viento, las heridas viejas suelen doler nuevamente, esas heridas que todavía no cicatrizan bien.